El accidente de tránsito o hecho de tránsito, respetando la precisión académica, es un evento que sucede fuera de cualquier carácter voluntario. La gente que se ve involucrada no tenía la intención de ser partícipe y por eso es fácil argumentar y encontrarse con referencias al hecho de tránsito como un acto fortuito en el que se presentan daños materiales y/o humanos.
Es importante aclarar que en el hecho de tránsito que como vimos, no es voluntario, suele confundirse fortuito con súbito. Es decir, no sucede en cámara lenta y los involucrados muchas veces no son conscientes del proceso de toma de decisiones.
La cadena de decisiones que estuvo presente en el proceso de eventos en el breve lapso que dura un hecho de tránsito irrumpe en forma sorpresiva y rebasando por mucho las expectativas de los involucrados.
Con la experiencia de CEPA en la investigación de accidentes nos podemos encontrar en los testimonios de las personas involucradas con expresiones como: “apareció de repente”, “no me di cuenta cuando frenó ”, “se cruzó de un momento a otro”, “pensé que me había visto”.
Estos testimonios si bien son de carácter subjetivo en el análisis del hecho de tránsito, denotan un fuerte contenido que sugiere que el tiempo en el que sucedieron los hechos no permitió que los involucrados tuvieran la capacidad de hacer algo para evitarlo o minimizar el daño.
Entonces, ¿existe una velocidad adecuada para conducir?
La variable tiempo no es un tema para nada despreciable y su vínculo con la velocidad al conducir no es tan difícil de ver. Esta, ha sido y seguro será el dolor de cabeza para cualquiera que se dedique a gestionar el comportamiento de conductores y conductoras.
Existen tantos mitos y creencias asociadas a la velocidad y están tan arraigadas en los usuarios que desmontarlo no es una tarea de un día. Ahora bien, la velocidad como una tendencia en el comportamiento individual, regularmente se explica erróneamente cómo una decisión irresponsable de quién decide transgredirla.
Es decir, el que va muy rápido seguro es un irresponsable que merece ser castigado. Digo erróneamente, porque este es el camino que la mayoría de los sistemas legales o corporativos opta para erradicarla con multas y/o sanciones administrativas para quién la exceda.
Esta consecuencia de castigo al conductor que supera una velocidad delimitada por un marco legal siempre tiene efectos rápidos más no duraderos ya que el transgresor “paga su deuda”, pero con el tiempo volverá a las razones que lo llevaron a transgredirla.
Ojo, no se está en contra o favor de las sanciones para los infractores, eso es un tema de discusión de carácter jurídico, ético y hasta filosófico que por el momento escapa del alcance de estas líneas.
Lo que queremos poner sobre la mesa es si existe una velocidad adecuada para conducir y encontramos algo que no necesariamente es consciente (la toma de decisiones), que debe de transformarse a través de las sanciones. Si se me permite la analogía, es como regañar a los niños porque se cayeron mientras corrían.
Retomo la experiencia de CEPA en la investigación de accidentes, para poner sobre la mesa el carácter sistémico de la investigación pues aquí hemos identificado el carácter estructural de ésta en la toma de decisiones inconsciente en torno a la velocidad, cuando al conducir la velocidad tiene un papel protagónico.
Los conductores tienen que hacer malabares con las condiciones que tienen para laborar; visitas varias a lo largo del día, poco tiempo para alimentarse, iniciar muy temprano y terminar a una hora razonablemente decente para vivir un poco. La ecuación apunta a qué la “solución” está en, siempre que sea posible, disimular e inocentemente ir un poco más rápido de lo que se supone tiene que ser.
Tenemos que ser cuidadosos y no dar a entender que los responsables son las organizaciones o instituciones, pues está lejos de nuestro planteamiento y de la realidad misma.
Más bien el planteamiento tiene que ir dirigido a identificar qué estructuras determinan o al menos influyen en las decisiones que toma la gente; si tienen un accidente y se determina que la velocidad fue un factor determinante o contribuyente.
Las organizaciones tienen que cuestionarse si están generando las condiciones para que este tipo de decisiones no se presente y si están formando a la gente de su organización para que tengan siempre presente que exceder la velocidad nunca bajo ninguna circunstancia es la respuesta.